1.23.2015

Los que nunca se quedaban quietos

Después de altas dosis opiáceas de Haruki Murakami,  recomendando la administracion de Tokio Blues como forma de inmersión rápida, con un buen pegue y ese final al estilo japones que te deja con sabor a no se que mierda en los sesos, en fin, tuve que cambiar de carril  por razones personales y por un tiempo me dedique a la lectura de Jack Keoroac, el príncipe y escriba de la generación beat la cual abrió paso a los movimientos hippe de los 60 y genero repercusiones irrastreables en las mentalidad de cualquier persona que se cruza con The Dharma bums o On the road tamto tanto en los 50 como al día de hoy.





Una cosa curiosa es que suelo leer o escuchar música de los autores que influenciaron a autores o músicos que me gustan. Y siempre en la lista terminaba Jack Kerouac, empezó por influenciar al mismísimo Bob Dylan, Ben Gilbbard no solo grabo un disco de la prosa de Big Sur sino que también se puede reconocer la influencia en la forma de escribir las letras, una referencia directa es la canción Bixby canyon bridge. De todas formas Kerouac en adicion a ser un referente de la literatura, por lo cual es interesante hacer una lectura,  a mi gusto lo encuentro muy natural en la forma de escribir y generalmente me quedo atrapado por las dinámica de sus novelas. Pero mas que nada, es que su literatura transmite una especie de honestidad y ternura la cual te hace sin duda querer recorrer USA de una punta a la otra, o moverse de un lado al otro de forma inquieta, libros de búsqueda, que no solo te acerca a el pasado, sino que probablemente dibuja con un guiño el Dharma.
Si no me creen hagan el intento de leer una novela como En el camino o Los vagabundos del  dharma y salir ileso de eso y lograr que al llegar a la ultima hoja de la novela mirar hacia arriba y con honestidad, decir no hay nada malo en la sociedad moderna.
Vayan al desierto a tener sus propias revelaciones

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